La ''oveja'' negra

La manada más antigua de licántropos lo sabía, lo observaba, el bosque tenía a veces algo que le hacía diferente, el ambiente parecía denso y pesado a veces, hasta el punto de que incluso los iniciados lo notaban y se ponían nervioso, y los pertenecientes a su manada se preocupaban hasta el extremo de querer acompañarlos hasta sus hogares para cerciorarse de que se encontraban a buen recaudo.
El lobo más viejo pronunció en voz alta las siguientes palabras como si se tratara de una reflexión que hiciera consigo mismo:

– El equilibrio existente se está acabando... y yo no quiero ver a mi edad la no-existencia.

– Pero el Wyrm... no puede estar tan cerca...

– ¿ Y si no se trata de eso? - Amarok apareció de la nada dejando al resto atónitos.

– ¿Tú qué haces aquí? - dijo Yako, el más antiguo de la manada, cuyas arrugas se dejaban ver hace mucho tiempo alrededor de las comisuras de sus labios y rabillos de los ojos, los cuáles brillaban con un azul intenso que cuando te miraban parecían escudriñar tu retina a conciencia para ver si podía sacar algo más de ahí que de tus palabras y su pelo canoso cuando caminaba sobre dos piernas.

– Soy el Alpha de la tribu joven supongo que tengo derecho a estar aquí...

– Amarok...

– Déjalo – contestó Yako- ¿de qué crees que puede tratarse? - interrogó al nuevo acompañante de aquel amanecer .

– no lo sé pero algunos de los nuestros están metidos en ellos.- sentenció Amarok.

– Tú padre es el que debería...

– El no va a estar aquí, no quiere. - Amarok no dejó terminar a uno de los presentes, no quería alargar aquello mucho más pero parecía que eso no iba a ser posible.

– ¿Por qué has dicho que algunos de los nuestros están metido en eso?- Achinando los ojos puesto que la luz del amanecer se estaba dejando colar entre las ramas produciendo un fino resplandor.

Amarok no pudo responder, un grito atravesó cada rincón y corrieron como si todos se hubieran puesto de acuerdo en la dirección en la que se había producido y cuando llegaron vieron a una mujer de rodillas con las manos en la cara, y frente a ella un lobo muerto y dos finos agujeros en el cuello por el que resbalaban algunas gotas de sangre, el lobo tenía el hocico abierto así como los ojos que dejaban ver sus pupilas dilatadas.

– ¿Esto también es culpa de los nuestros verdad?. - dijo Tharec.

– Sí - afirmó Amarok con tono solemne.

– Tú mismo estás desobedeciendo la letanía con la que adoctrinas a tus pupilos no te da vergüenza. - Tharec no quería irse aquel día sin ver como sacaba de quicio a Amarok y por lo visto lo estaba consiguiendo

– Lo que me daría vergüenza es llegar a viejo sin haber aprendido nada, con unas orejeras a cada lado de la cabeza y no dejando escuchar las señales del exterior...Y por cierto... la letanía dice que el líder no puede ser desafiado en tiempos de guerra... y que yo sepa aún no la tenemos encima.- Dijo Amarok mirando a Yako.

– ¿Estás diciendo que me retas?. - Yako estaba sorprendido por aquella actitud en el chico que nunca había dado mayores problemas y siempre se podía contar con él, pero era ver a Tharec y descontrolarse por completo.

– No, estoy diciendo que ya que yo no formo parte de las reuniones tampoco formaré parte de las decisiones...

– Antes el hijo y ahora el padre menuda panda de... - Tharec no terminó de decir aquella frase.

Amarok se tiró encima de el como un energúmeno, le faltaba el canto de un duro para que su transformación se llevara acabo y en el fondo no quería hacerle daño porque sabía que ni siquiera merecía la pena.

– A mi padre ni lo nombres, más quisieras tú hacer lo mínimo que mi padre ha hecho por vosotros... ¿ese es el agradecimiento?... ¿cómo queréis que acabemos con lo que nos amenaza si entre nosotros mismos no nos respetamos? - Amarok estaba realmente furioso, le daba igual que arremetieran contra el si quería y cuanto quisieran, pero no de alguien que no se encontraba presente para defenderse de las acusaciones y seguía apretando su antebrazo contra el pecho de aquél hombre que podía doblarle la edad.

– ¡Ya basta!, Amarok tendrás noticias mías, yo soy Yako, el nombrado mayor de los lobos por ser el más antaño de nuestra manada...

– Y yo Amarok... ha sido un honor haberos conocido... y yo que usted vigilaría más su espalda... o su cuello a ver si van a pagar a otro no-muero para que haga ésto.

– ¿Ahora me acusas?. - dijo ofendido Tharec

– No te acuso. No me fío de ti y se lo advierto. Es todo. Que os matéis bien entre vosotros, tengo asuntos que arreglar para intentar salvar mi tierra.

– ¡Amarok!.

El homínido comenzó a correr, transformándose en un animal presa de la furia, necesitaba correr, alejarse de todo y de todos cuanto fuera posible para no hacerles daño.