¿Quién es quién? I

Yako seguía preocupado, no sólo por lo ocurrido Amarok, sino más aún por su nieto, era normal que de cuando en cuando se quitara de en medio... en eso se parecía a su madre, numerosas eran las ocasiones en las que en vez de ella venir acompañada del padre de Malik venía éste mismo a las reuniones con la tribu en lugar de su esposa.
Los miembros ya estaban más que acostumbrados a verle por allí y la relación que mantenían con él era el de uno más, estaba completamente integrado con todos, los pertenecientes a la manada de Sasha.

Yako se entristeció ante el recuerdo de ambos y su rostro reflejaba la melancolía de saber que ninguno de los dos se encontraban ya aquí desde hace 14 años, por lo que Malik había crecido baja la tutela y enseñanza de su abuelo, desarrollando al muy poco tiempo sus habilidades lupinas.
Pero eso ya había cambiado, ahora no quería pertenecer a ninguna manada, no asistía a las convocatorias realizadas ni siquiera por su abuelo, sólo se prestaba a estar cerca de Amarok y los suyos....

Amarok... ¿sería cierto lo que vaticinaba?...no, se decía así mismo, era uno de los mayores, casi el sucesor de su vieja manada ni siquiera le veía capaz de matar a aquellos que habían sido propuestos para miembros, y mucho menos de tratarse de miembros tan jóvenes. Sacudió la cabeza de izquierda a derecha consecutivamente durante un par de milésima de segundo; vio al lobo que encontraron todos tras el grito de aquella mujer, seguía emanando sangre... y su columna vertebral había sido partida en dos con la facilidad que se quiebra las pequeñas y finas ramas de un árbol tras el viento otoñal.

Observó como el sol atravesaba medio salón con su luz y se dio cuenta de que tarde o temprano tendría que bajar a hacer una visita a los comerciantes puesto que su nieto era el tercer par de zapatos que perdía en los últimos meses. Siempre había controlado su transformación dado con la edad que comenzó a saber que tenía otro tipo de habilidades que no poseía la gente corriente, pero suponía que sus quinces años tendrían que acabar saliendo por algún sitio de ahí que cuando algo lo ponía furioso, lo entristecía incluso cuando creía que no podría aguantar el cabreo momentáneo y la ira lo corroía no podía evitar acabar convertido en una bestia literalmente, que ni siquiera él, su abuelo reconocía arrasando con todo lo que tuviera a su paso sin importar qué o quién estuviera en su camino... a veces pensaba que si lo pusiera delante de un espejo durante esa fase, ni siquiera el mismo sería capaz de reconocerse.

Oyó algo fuera que le sacó de su ensimismamiento y pensó que quizás sería su nieto que ya volvía; '' larga vida tendrás hijo'', dijo para sí mismo Yako mientras se levantaba del gran sillón junto al lado de la chimenea y que ocupaba una parte considerable de la estancia.
Abrió la puerta y no vio a nadie, pero olía algo raro, su olfato desde la última batalla en pos de conseguir de nuevo el equilibrio... había menguado... el fuego es devastador pensaba. Volvió a echar un vistazo rápido y siguió sin ver nada, pero la naturaleza estaba rara, callada, no se escuchaba el trinar de los pájaros, ni siquiera el fluir del agua y eso que el lago se encontraba cerca.

Cerró la puerta, se dirigió dentro, y abrió de par en par las cortinas de las ventanas principales y escuchó un leve ruido proveniente de la cocina, se acercó despacio.

– Malik ¿eres tú?- Preguntó Yako en voz alta a la nada.

Silencio... fue la respuesta. Se adentró en la cocina pero allí no había nadie.
Cogió uno de los atizadores de la chimenea, que se encontraba apoyado en el ventanal de la cocina tras haber procedido a su restauración y se dirigió al salón donde en la entrada había vuelto a notar movimiento, si era un ladrón no era cuestión de que se encontrara con un monstruo y lo fuera luego proclamando por ahí a los cuatro vientos, se escondió detrás de la puerta esta vez y cuando se abrió la cerró de golpe mientras que ponía la vara por delante de quién se hubiera atrevido a profanar su casa.

– ¡Joder qué susto! Y luego te quejas de que vengo poco – soltó su nieto echándose hacia atrás antes de que acabara ensartado.

– No sabía que eras tú- dijo Yako ahora con gesto más relajado.

– Pues sólo hace dos días que no me ves y la cara no me ha cambiado.

– Menos humos amiguito- le cogió por la parte de atrás de la chaqueta antes de que se fuera para su cuarto y lo diera como cosa perdida.- ¿Se puede saber qué hacias antes?.

– ¿Antes? - Malik lo miró con extrañeza.

– Sí, fuera.

– Abuelo, yo acabo de llegar. ¿Te pasa algo?.

– No hijo nada... debe haber sido cosa mía.

Su nieto le echó un último vistazo y extrañado se marchó a su habitación... notaba los párpados muy pesados y ésta vez no le importaban las pesadillas que pudieran repetirse.