El rey Midas

Érase una vez, un rey muy ambicioso y avaro. Su mayor afán era amontonar oro y más oro, sin importarle para nada las necesidades de su pueblo.
Soñaba con montones de oro reluciente, era su mayor felicidad, y no bastándole con el que tenía, llamó al mago más famoso del mundo.

- ¡Quiero que con tu magia, consigas que mis tesoros se dupliquen!, deseo mucho más.

- Te daré un poder extraordinario, como no lo ha tenido ni tendrá mortal alguno. ¡Extiende tus manos, soberano!- Dijo el gran mago, y tocándole con su varita mágica, pronunció: - Desde este momento lo que toques con éstas manos, se volverá oro.

Y así fue como todo lo que el rey iba tocando, se convertía en oro, incluso el palacio en que vivía.
Pero al ir a comer, con sorpresa vio como todos los manjares que tocaba, se volvían oro puro. Esto empezó a no gustarle, ya que al no ser comestible el oro, de hambre se moriría si no lo remediaba.

Al día siguiente, la princesita se acercó a su padre para darle un beso y de repente, también ella se convirtió en oro.- ¡Qué desgracia tan grande!.
El rey acudió otra vez al gran mago y le pidió:

- Por favor, quítame este don de mis manos, pues mi hijita del alma se ha convertido en una estatua de oro, y yo llevo tres días sin poder comer, ya que toda la comida se ha vuelto oro. ¡ Ya no quiero más tesoros y devuélveme a mi hijita en carne y hueso!.

El mago, con su varita y su magia volvió todo a su antiguo estado. Desde aquel momento, el rey Midas se dio cuenta que con el oro, no se consigue toda la felicidad, y pensó en su pobre pueblo el cual si que lo necesitaba.
Repartió todos los tesoros entre su gente y conoció la felicidad.

Y bien, aquí tenéis el primer cuento que inaugura ésta nueva sección, a ver qué significado tiene para vosotros lo que le pasó a este ambicioso rey.

Un beso .