Cazándote durante toda la pesadilla...

Todo había pasado en el último par de semana en la más absoluta tranquilidad, todo había cesado tras la desaparición de aquella niña. Todo, menos la incertidumbre de su pobre familia que sentía como que cada día que pasaba sin obtener respuestas de su paradero era una esperanza menos para encontrarla viva, pero todos se había pateado las calles y cada rincón de la ciudad en su búsqueda y nada habían obtenido, llegando al punto de acabar por desesperarse, ponerse de acuerdo para la noche siguiente y así sucesivamente continuaron los días, no podían hacer más de lo que ya estaban haciendo y eso a veces era lo peor.

Angus era la primera noche que se encontraba mirando al techo de su habitación con la ropa desparramada por cualquier lugar del suelo y acurrucado en la cama... aparte de una vieja silla y el mueble anterior... era lo único que le daba vida a aquel cuarto pequeño, sumido en la penumbra.

Tras meses sin descanso por la noche, se pidió al menos tres días para poder descansar el cuerpo y la mente, no necesitaba más, dormir un poco más, y adecuadamente en su cama blanda y que le cobijaba del frio y a las horas que se suponían normales para hacerlo en vez de estar a la búsqueda de muertos en vida y seres que se convertían en lobo y algunos sin poder controlarlo aún... pero ni en un descanso se podía librar de ellos.

No es que le produjera una enorme satisfacción encontrarse tumbado en la cama en vez de estar ahí afuera haciendo su trabajo, pero el mismo había notado como su rendimiento no era el mismo y había sido incluso herido en un par de ocasiones, la primera por una flecha perdida de un compañero suyo tras intentar dar caza a un vampiro que consiguió escapar tras el intento de Angus de meterle con la culata del mosquete de Irwid que se encontraba tendido en el suelo en ese momento dándose con la palma de la mano en la cabeza para aliviar el golpe que se había dado, como el que le dio a Angus tras lanzarlo al mismo lugar donde había lanzado su amigo, aún le dolía el codo y en un acto reflejo abrió y cerró la mano, esa era su segunda herida.

Tenía que estar más despierto se decía así mismo, como antes, que no conseguía que ese tipo de cosas le despistaran. Cosa que esas noches anteriores había pasado por las tensiones acumuladas y las madrugadas en vela... al final le habían acabado pasando factura, pero estar ahí tumbado y desvelarse como lo estaba haciendo esa tercera noche de su descanso estaba seguro de que también.

Lo de no librarse de ellos ni estando fuera de su trabajo, era literal.

Aquella mujer aparecía una y otra vez en sus sueños, era muy bonita, tenía el cabello realmente largo, rubio y ondulado y su piel era blanquecina... como la cal, y por algún motivo, a pesar de saber lo que era, no quería matarla, al igual que ya le había pasado una vez con Dawa, ni siquiera su brazo era capaz de obedecer las órdenes que le mandaba el cerebro de que se alzara con la ballesta en la mano y la empuñara contra ella... pero por otro lado; ¿qué le había hecho ella?, ni siquiera había intentado matarle, ni beber su sangre, de hecho lo único que había hecho es sonreírle dejando a la vista sus afilados colmillos mientras se acercaba a él de forma parsimoniosa y sensualmente sin apartar la mirada de él... hasta que volvió a sentir frío por segunda vez...

Volvió abrir los ojos, y se levantó para cerrar una ventana que ya creía cerrada.