Relato: Las voces que no entendía. Parte I

                                                                    Tres Meses.

Intento taparme con mis pequeñas manos los oídos; estoy algo asustado ya que no sé qué es lo que está pasando ahí afuera y a juzgar por esas recriminaciones y por esas voces, creo que no quiero llegar a saberlo nunca. No me gustan esas palabras, suenan mal. No me gustan esas voces… Me cohíben, me dan miedo.

Me gustaría saber: ¿Todo era antes así?

Noto a mi mamá triste, aunque sigue hablándome con el mismo amor que siempre sus muestras de cariño hoy parecen algo lejanas, como si realmente estuviera pensando en otra cosa y no en lo que me está diciendo. Creo que algo le pasa pero no estoy completamente seguro del todo, soy aún demasiado pequeño para saberlo, pero no por ello tengo menos ganas de abrazarla con mis cortos brazos y recoger todo aquello que pueda afligirla para sustituirlo por toda la protección que ella me hace sentir a mí. Aunque de antemano sé, que no podrá llegar a sentir ni por asomo el mismo recogimiento que yo siento cuando ella pone sus manos en mí, y la siento tan cerca; siento como sonríe y sus ojos se tornan tiernos.

Se encontraba arrinconada en un lado de la habitación. Ni siquiera se atrevía a abrir los ojos aunque había pasado un buen rato desde que el forcejeo y los gritos acompañados de insultos habían cesado, al igual que algunos golpes. Seguramente dejarían marcada su mejilla, pero eso era lo que menos le importaba, de hecho; llegaría a afirmar que ahora nada que le concerniese a ella le importaba. Salvo proteger - aunque en realidad no supiese cómo protegerse a ella misma del amor de su vida-, lo que más quería, y para ello se cubría fervientemente con sus manos doloridas, el estómago. Se encogió un poco más antes de levantarse.

Todo pasaría, lo sabía, y esto que llevaba pasando desde hace unos meses, sólo sería una pesadilla que mañana habría desaparecido de su vida para siempre.

                                                                    Seis meses.

La verdad es que hace mucho que el silencio es lo único que escucho. Y sinceramente... ¡Me encanta!. Mi mamá está incluso más contenta. De hecho, acaricia más la tripita, por lo que me llega mucho más el calor de sus manos y también pone música que hace que me relaje bastante y caigo casi en letargo. Hay algo que me gusta muchísimo su sonido... Creo haberla oído decir en alguna ocasión que se llama " voilín" . Me gustaría escucharlo más a menudo

¿Notará ella también todo lo que a mí me gusta y lo que no? Hace unos meses los gritos que escuchaba,con palabras que no sé pronunciar; me aterraban y ahora han desaparecido por completo, dando paso a esta tranquilidad que noto como le inunda los pulmones a mi madre. ¿Los habrá parado ella misma?

Mara se puso ante el espejo una vez más, pero ésta vez no era para mirarse sólo la cara. Hace un mes que sus moretones y labio hinchado habían desaparecido por completo, y sonriéndole tímidamente al espejo, se vio incluso hasta más guapa. Evitó sentirse culpable por este hecho como antaño se sentía cuando alguien que no fuera su marido se lo decía, como cuando ella misma se veía un poquito más atractiva, lo evitó con todas sus fuerzas, despejando esos recuerdos efímeros de su mente que tanto la dañaban. El paso más difícil ya lo había dado, lo sabía. Se lo decía a ella misma, como tratando de reafirmarse en su decisión...

Y disfrutó de aquel momento como en mucho tiempo no lo había hecho, con la seguridad de que nadie le robaría nunca más ese sentimiento; de orgullo y de ternura, al disfrutar con pensamientos entrañables en lo que pocos meses después vendría.

Levantó con sumo cuidado su blusa, y se acarició la tripa dulcemente mientras la observaba a través del reflejo que le devolvía, el espejo enterizo que se encontraba en el armario empotrado de la habitación de matrimonio. Quería tenerlo ya entre sus brazos, besarlo directamente y para saber cómo era, a sabiendas de que ella le querría igualmente, tal y como fuera.